El desarrollo y crecimiento de las sociedades, demandan por si solas el surgimiento de nuevas tecnologías, políticas, procesos e instrumentos legales, entre otras cosas, que permitan la convivencia de sus ciudadanos. Bajo este contexto, el papel que juega la innovación en el sector público resulta determinante: innovar no es lo mismo que modernizar.
¿Qué es Innovar?
Etimológicamente, encontramos sus raíces en el término latín innovare, y cuyo significado se refiere al acto o efecto de innovar, tornarse nuevo o renovar, o introducir una novedad. Podemos decir con ello que la innovación es la aplicación de nuevas ideas, conceptos, productos, servicios y prácticas que tienen como principal objetivo, la utilidad para el incremento de la productividad. La innovación requiere necesariamente, un equilibrio entre idea e implementación.
En el campo de la modernización, podemos referir que esta práctica se encuentra determinada por procesos socio-económicos de industrialización y tecnificación en las organizaciones. Palabras como crisis económica, explotación de los recursos naturales, crisis ecológica, globalización y pensamiento único son el costo que conlleva la modernidad en las ciudades. Así pues, la gran diferencia entre innovación y modernización radica en los nuevos usos y aplicaciones para la solución de un problema que se ven implicadas en el primer concepto, y la relación de actualizaciones y adaptaciones naturales que aplican en el segundo a infraestructura o situaciones ya existentes.
¿Es posible la innovación en el sector público?
Sin duda alguna. Es bien cierto que la manera a través de la cual se innova en el sector público es muy diferente a la del sector privado ya que éste, para garantizar su posición en el mercado, sus ingresos, sus ganancias y otro tipo de beneficios en el ámbito social, depende en gran medida del grado novedad, eficacia y calidad en los productos y/o servicios que presentará al consumidor. Y esto no es fácil, ya que requiere grandes inversiones de tiempo y dinero. Así pues, el gran reto hacia el cual se enfrentan los empresarios, están orientados a sostener una dinámica de productividad y eficiencia que les permita garantizar su vigencia en los entornos económicos mundiales que se encuentran determinados por la competencia.
En este sentido, si partimos de la base de que la productividad de un país se encuentra determinada por la cantidad de recursos económicos que han sido capaces de generar los habitantes de una nación (como el producto pér cápita, por ejemplo), la gran aportación que puede hacer el sector público en materia de innovación se logra mediante su actuación como:
- Proveedor de bienes y servicios públicos
- Agente en la compra de bienes y servicios
- Empleador de recursos humanos y de capital
Adicionalmente, podemos decir que en función de la estructura de poderes y alineación del objeto de las organizaciones y dependencias a un programa integral de desarrollo, las áreas de influencia de la administración pública se dan en el terreno:
- Regulatorio
- Recaudatorio
- Y de la gesión del gasto
Por su propia definición, hablar de innovación en lo público implica hacer un cambio de paradigma que afecte realmente a la esencia de la actuación administrativa. La innovación demanda de un contexto que la propicie y la estimule a favor del ciudadano y de la empresa con base a tres aspectos determinantes:
- Una normatividad sólida, un marco regulatorio maduro y transparente.
- Una identidad única para el ciudadano, asequible a través de sistemas automatizados que actúen como órganos reguladores.
- La promoción y uso de incentivos para la industria que permita actuar a las instituciones públicas como plataformas de desarrollo.
Hoy en día muchos analistas económicos ven toda innovación como el arreglo de toda crisis del capitalismo (por ejemplo, conseguir la sostenibilidad medioambiental y reparación de daños), y es el elemento central de muchas políticas para aumentar la competitividad a nivel corporativo o nacional.
La eterna discusión de si la innovación es empujada por los proveedores (basada en las nuevas posibilidades tecnológicas) o por la demanda (basada en necesidades sociales y del mercado), ha sido un asunto muy debatido. Un punto de vista es que “el reconocimiento de la demanda es un factor más frecuente en innovación que el reconocimiento del potencial técnico.” (Marquis 1969)
Las innovaciones pueden ser desarrolladas por meras modificaciones realizadas en la práctica del trabajo, por intercambios y combinaciones de experiencia profesional y de muchas otras maneras. Las innovaciones más radicales y revolucionarias suelen provenir de la Investigación y Desarrollo (I+D), mientras otras pueden emerger de la práctica, con sus respectivas excepciones a cualquiera de estas dos tendencias. En ambos casos, las innovaciones son documentadas y protegidas mediante patentes u otro esquema de propiedad intelectual. De hecho, podemos decir que el nivel de innovación de una región o país puede determinarse con base a la cantidad de patentes generadas.
La innovación no necesita ser tecnológica. Por ejemplo cuando McDonald’s aplicó el concepto de línea de producción para crear un restaurante, pudo utilizar trabajadores con poca experiencia para fabricar grandes cantidades de alimento en una calidad estándar y de forma muy rápida inventando la industria del fast food. Hoy podría haberse protegido por una patente americana del Método de Negocio aunque no se produjo ninguna novedad tecnológica.
Conclusión
“Innovación es la secuencia de actividades por las cuales un nuevo elemento es introducido en una unidad social con la intención de beneficiar la unidad, una parte de ella o a la sociedad en conjunto. El elemento no necesita ser enteramente nuevo o desconocido a los miembros de la unidad, pero debe implicar algún cambio discernible o reto en el status quo.”
– Michael A. West; James L. Farr, 1990 –